viernes, 30 de marzo de 2007

Roque Dalton, libros...


A punto de que se cumplan 32 años del asesinato de Roque Dalton, nuestra familia y la editorial australiana, Ocean Press, de la cual depende la subsidiaria Ocean Sur, ha firmado un acuerdo para que se publique toda la obra daltoniana, la poética, la ensayística y la obra política.

No son pocos textos. A la edad de 39 años –le faltaban 4 días para cumplir cuarenta cuando fue asesinado- había producido una cantidad de libros de los cuales hasta el momento no tenemos un número exacto.

Pero su producción paró cuando un comando de matones integrado por Joaquín Villalobos (Atilio) y Jorge Meléndez (Jonás), quienes actuaron bajo las órdenes de Edgar Alejandro Rivas Mira, acabó con su vida, acribillándolo a tiros en una casa de Santa Anita, en San Salvador. Quizás hubo otros matones, pero éstos son los sobrevivientes: Villalobos viviendo en Inglaterra; Meléndez como concejal de la Alcaldía de San Salvador –para vergüenza histórica del FMLN- y Rivas Mira, escondido bajo cirugías plásticas que se hizo con el dinero del secuestro y asesinato del empresario Roberto Poma.

Pero bien, hay quien dijo que toda persona en su vida debería escribir al menos un libro y mi padre escribió más de 20 a una corta edad.

Ocean Press es la editorial que exitosamente ha logrado difundir la obra de Ernesto “Che” Guevara, no sólo en español, sino en inglés. Los contratos suscritos entre la familia Dalton y Ocean Press también contemplan la difusión en inglés y en español.

Nunca antes habíamos suscrito un convenio como el actual. Cierto que la obra de Dalton es la más conocida y difundida de un salvadoreño, pero sus publicaciones han sido esporádicas. En México, España, Estados Unidos, Cuba y en El Salvador, se conoce la mayor parte de su obra literaria.

La obra política de mi padre, es realmente muy poco conocida: “Revolución en la Revolución y Crítica de Derecha”, “Profesión de sed”, “Revolución e Imperialismo en Centroamérica” y otros textos, que contienen colecciones de artículos y cartas, serán divulgados no sólo en El Salvador, sino en toda Latinoamérica y en países de habla inglesa: Estados Unidos, Canadá, Inglaterra y Australia.

Esta es una buena noticia para los amantes de la obra de Roque Dalton y para quienes quieran buscar los pilares de la literatura y la cultura salvadoreña y centroamericana. Es magnifica noticia para la nueva generación de intelectuales salvadoreños. Esta obra estará en sus manos para que la aprecie, la estudie y la critique; para que la coloque en su justo lugar por el tiempo y las circunstancias en que fue escrita.

Así pues, a 32 años de asesinado Roque Dalton, su palabra, sus ideas, su genial pensamiento y obra brillan como nunca antes. La difusión de su obra crítica y reflexiva, que es la herencia que dejó a nuestro pueblo, es el homenaje que le rendimos día a día. Roque Dalton no necesita estatuas ni monumentos estériles que lo inmortalicen; éstos sólo sirven para que perritos aguacateros se meen a diario o en el mejor de los casos, se rasquen las pulgas.

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 30 de marzo de 2007

martes, 20 de marzo de 2007

Poemas musicalizados de Roque Dalton


Recientemente recibí una agradable sorpresa. Resulta que Víctor Casaus, escritor y amigo cubano, me escribió un mensaje por e-mail y adjunto me envió una grabación de la musicalización de un poema de mi padre: “Sobre Dolores de Cabeza”. ¡Qué alegría! Nunca, pero nunca pensé que ese poema pudiera musicalizarse. En un rock-caribeño el cantante boricua Américo Boschetti, nos da su versión de “Sobre Dolores de Cabeza”, ese que al final nos da la metáfora de que el comunismo será una aspirina del tamaño del Sol.

Mi emoción fue tal que le mandé copias a varios amigos y proponía que está versión de rock del poema daltoniano sustituyera la desfasada “Internacional”,. Seguramente algunos lo leyeron como una broma o como una provocación sacrílega, pero insisto, esto podría ser parte de una actualización dialéctica de la simbología de izquierda.

La izquierda salvadoreña se ha quedado sin símbolos, pese a la inmensa y rica tradición de lucha de su pueblo. Pero el divorcio que existe entre la izquierda política, con los hacedores de cultura y arte, la han hecho caer en copias “baratas” de la simbología revolucionaria externa.

En la actualidad la izquierda política, y en particular el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), no hace otra cosa que adoptar el discurso de Cuba y de Venezuela. Ahí vemos como diputados y alcaldes efemelenistas visten atuendos cubanos y venezolanos, como si en El Salvador no hubiera cultura e identidad propias.

El colmo es que a un bulevar de una ciudad periférica de San Salvador le bautizaron con el nombre de “Hugo Chávez”, en una actitud indigna del más trasnochado culto a la personalidad. El presidente Chávez ni siquiera se ha muerto. ¿No estaría Hugo Chávez más estimulado con que un bulevar salvadoreño llevara el nombre de dos combatientes venezolanos internacionalistas (padre e hijo) que cayeron en la guerra?

El FMLN, por su divorcio con la intelectualidad, se está convirtiendo en un movimiento de masa poco creativa en su lucha, en sus propuestas y en sus iniciativas. Tal parece que los años no han pasado desde que en Chile se cantaba en las barricadas “La Marcha de la Unidad”.

En fin, me desvié de la musicalización de poemas. El caso es que hice contactos con Boschetti y resulta que el boricua ha musicalizado también los poemas “Desnuda” y “Alta Hora de la Noche”. Son mezclas de ritmos caribeños, muy bonitos, con verdadera originalidad.

Iván Castro, periodista, poeta y hermano salvadoreño, residente en Managua, me envió la dirección de otra cantante boricua, María Gisela, que ha musicalizado otro poema de mi padre: “Hora de la Ceniza” y “Alta Hora de la Noche”.

Fue una casualidad que también desde España un amigo me escribiera para contarme que por allá hay un salvadoreño, Txanba Payés, que también ha musicalizado varios poemas de mi padre, y quizás de otros poetas, porque la poesía es nutriente de la inteligencia.

¿A qué político burocratizado se le hubiera ocurrido expresar al final de su discurso: Sigamos adelante, en la lucha. Qué el comunismo será una aspirina del tamaño del Sol, con el cual nuestro pueblo no tendrá más dolores de cabeza. ¡Imposible! Estoy seguro que muchos de los actuales dirigentes de la izquierda no conocen la obra de Roque Dalton, pero tampoco la de Mayacovski ni de Nicolás Guillén ni la de Cesar Vallejo, para citar sólo unos casos.

No hay excusas. Antonio Cardenal (Chusón), me contó un día como en la clandestinidad de San Salvador, en medio de la persecución, entre él y Dimas Rodríguez se turnaban para leer el “Miguel Mármol”, editado en Costa Rica.

En fin, hay historias. En Estados Unidos supe también de un grupo que había musicalizado un poema daltoniano traducido al inglés; también en rock.

Antes y durante la guerra Yolocamba I Ta musicalizó el “Poema de Amor”, que en varias zonas de Estados Unidos es prácticamente con un himno nacional. Nunca he escuchado que esto se haga en El Salvador en las “asambleas revolucionarias y socialistas”.

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 20 de marzo de 2007

sábado, 10 de marzo de 2007

Rufina Amaya, testimonio de un genocidio


La campesina salvadoreña Rufina Amaya, a sus 64 años de edad, única superviviente y testigo de la espeluznante matanza de El Mozote durante la guerra civil en El Salvador, falleció el pasado 6 de marzo a consecuencia de un fallo cardiaco.

En 1981, Rufina Amaya y su familia, integrada por su esposo y cuatro hijos menores de edad, residían en el entonces desconocido caserío El Mozote, incrustado en la zona montañosa de Morazán, al oriente de esta pequeña nación centroamericana. Entre los días 11 y 13 de diciembre de 1981 tropas élites del ejército realizaron en el caserío y sus alrededores una operación contrainsurgente denominada Yunque y Martillo; la misión fue dirigida por el ya fallecido teniente coronel Domingo Monterrosa, quien comandaba el Batallón de Reacción Inmediata Atlacatl y que tenía la orden de arrasar "con todo lo que se moviera". El Atlacatl participó en varias masacres, como la del Sumpul; además en 1989 uno de sus pelotones fue el ejecutor del la matanza de seis sacerdotes jesuitas, incluyendo a Ignacio Ellacuría, español y rector entonces de la Universidad Centroamericana (UCA).

Los testimonios de Amaya, de entonces y después, produjeron espanto. Fueron reflejados en los periódicos más importantes del mundo, incluyendo, The Washington Post y The New York Times. Narró cómo en pocas horas los soldados torturaron a la población civil, asesinaron primero a los hombres; luego a las mujeres y los ancianos, y, finalmente, a los menores de edad. Quemaron sembrados, todos los ranchos y la iglesia. El colmo del símbolo cruel fue que los menores fueron encerrados vivos en una casa rústica llamada El Convento, detrás del templo católico, donde fueron rociados de balazos y finalmente sus cuerpos incinerados.

Ahí murieron los cuatro hijos de Rufina Amaya. Su esposo fue apresado con el resto de hombres, a quienes también fusilaron los soldados, acusándolos de "comunistas y guerrilleros".

Ella logró salvarse milagrosamente. "A las cinco de la tarde me sacaron a mí junto a un grupo de 22 mujeres. Yo me quedé la última de la fila. Aún le daba el pecho a mi niña. Me la quitaron de los brazos. Cuando llegamos a la casa de Israel Márquez, pude ver la montaña de muertos... Yo me arrodillé acordándome de mis cuatro niños. En ese momento di media vuelta, me tiré y me metí detrás de un palito de manzana [un arbusto]. Con el dedo agachaba la rama para que no se me miraran los pies", narró Rufina Amaya en declaraciones recogidas en el libro Luciérnagas de El Mozote (1996), editado por el Museo de la Palabra y la Imagen.

El testimonio de Rufina Amaya fue clave para la investigación realizada por la Comisión de la Verdad, auspiciada por las Naciones Unidas en 1993, institución que culpó a los militares del genocidio sufrido por la población civil.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) analiza actualmente una demanda contra el Estado salvadoreño a favor de las víctimas representadas por Tutela Legal del Arzobispado, institución que durante la posguerra ha logrado individualizar, hasta el momento con nombres y apellidos, la cantidad de 809 osamentas, entre ellas 400 menores de edad.

Rufina nunca abandonó los alrededores de Morazán; estuvo en los refugios ubicados en la frontera entre Honduras y El Salvador; cocinó para la guerrilla y después del fin de la guerra (1992), fue una fundadora de la Ciudadela Segundo Montes, donde sus restos mortales descansarán finalmente. Queda entre los salvadoreños tu testimonio de lo sufrido, pero también como símbolo y reto permanente de la lucha por el derecho a la justicia. (Texto ampliado al Obituario aparecido en El País, de España, en edición del 10 de marzo de 2007).

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 9 de Marzo de 2007

lunes, 5 de marzo de 2007

Luz de aurora

Francisca Quinteros era un joven de 16 años cuando ya era madre; algo común todavía en nuestros campos. Pero hace 24 años El Salvador se desgarraba en una guerra civil. Si actualmente se ve más joven de lo que es, en aquel entonces cualquiera pudo haberse imaginado que el bebé que cargaba era una muñeca, y no la criatura que parió su frágil figura.

Campesina pobre, residente de un caserío de Jucuarán, en el oriental departamento de Usulután. Pese a la pobreza que le agobiaba, el nuevo ser era su esperanza, por eso la llamó María Esperanza Guadalupe.

Un día de 1983, que Francisca no recuerda con exactitud –quizás como antídoto contra los recuerdos fatales-, los soldados llegaron por cientos, quizás miles. Destruyeron sembradíos, incendiaron las casas, asesinaron a los hombres... Los sobrevivientes huyeron, como venados espantados, corriendo y escondiéndose entre los charrales. Una fue Francisca con su hijita de apenas tres meses de nacida. Tuvo que correr mucho porque el llanto de la bebé podía ser escuchado por los soldados.

Huir, esconderse, buscar refugio. ¿Pero dónde? “Quería poner a mi hija a salvo y se la entregué a una señora a la que yo ya conocía, quien me la llevaría a un refugio... Después nunca más la volví a ver”, cuenta Francisca.

Lo más probable es que la niña, del refugio, haya sido enviada a un orfanato. Aquellos eran tiempos de guerra. La mínima sospecha significaba la muerte. Francisca comenzó a vivir una angustia que duró 24 años. Nadie le daba razón de su María Esperanza Guadalupe.



Una pareja francesa, Moulin, residentes en París; no tenían hijos. Ella trabajaba en una escuela religiosa y se entera que en un paisito llamado El Salvador, había una guerra civil, y como consecuencia de ello, cientos de menores huérfanos.

En El Salvador se afirmó que la madre de María Esperanza Guadalupe había fallecido en una masacre. La niña de pocos meses de edad es entregada en adopción a la pareja Moulin, que la llevan consigo a Paris.

María Esperanza Guadalupe es re-nombrada como Alix. Crece en un hogar feliz junto a sus dos hermanos: Marc y Philliph. Les tres tienen edades semejantes. Ninguno es hermano entre si. Los tres son de origen salvadoreño. Algo que descubrieron 24 años después, cuando sus padres adoptivos le confiesan la verdad.

Los Moulin están destrozados. A ellos les aseguraron que los padres de Alix habían muerto; lo mismo les habrían dicho de los progenitores de Marc y de Philliph, a los que los franceses confunden con marroquíes, argelinos, tunecinos o saharahuies.

Alix recobró su identidad real el 1ro de febrero (2007); conoce de su pasado doloroso. Le dijo a su madre biológica que la admiraba por la valentía con que había afrontado tanto sufrimiento. Marc y Philliph quieren descubrir sus orígenes. ¿Quién sabe cuál será?



¿Qué tierra tan martirizada la nuestra, no? Francisca estaba preparada para todo. Lo que quería era saber era qué le había deparado el destino para su María Esperanza Guadalupe (el nombre de tres vírgenes en una sola persona). “Cuando supe que la prueba de ADN de mi hija había dado positivo, quise volar, quise ser aire para atravesar todas las fronteras y llegar hasta donde ella para abrazarla”, dijo Francisca, quien añadió que cuando por fin pudo abrazar a su hija, no la podía soltar y no podía parar de llorar.
María Esperanza Guadalupe es luz de aurora. Francisca, mujer adnegada, símbolo de vida y lucha. La mezcla de ambas amalgama la acción contra el odio y la desesperanza.

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 5 de marzo de 2007

jueves, 1 de marzo de 2007

Polvo de aquellos lodos

Durante la época de guerras civiles en Centroamérica existían creencias que tenían bases reales: el peligro y el miedo de caer preso en El Salvador o en Guatemala. “En Guatemala te van a matar y no vas a aparecer nunca... Ahí no hay presos políticos”. Mientras que de El Salvador te decían: “Caer preso en El Salvador es igual a que te torturen hasta matarte o hasta que denunciés a alguien, sea o no sea guerrillero”.

Tanto en Guatemala como en El Salvador, los ejércitos tenían bajo su control a las policías y éstas actuaban más para perseguir a la oposición que a la delincuencia. El enemigo era el luchador o luchadora contra las dictaduras. Decenas de miles de muertos, desaparecidos y torturados dejó la contienda de la “seguridad nacional”. Sólo de muertos entre Guatemala y El Salvador en sus guerras civiles acumulan cerca de 350 mil personas. ¿Pero... y los traumados que están entre las víctimas y los victimarios? ¿Quién los atiende? ¿Quién sana esas heridas?

La paz ciertamente frenó aquella matanza. Han existido reformas políticas, reformas militares y reformas policiales. La oposición, la ex guerrilla, se ha incorporado al status quo: a instituciones del Estado, al Parlamento, crea partidos políticos y no se esconde para anunciar sus criterios. A nadie se le arranca la cabeza por gritarle “mentiroso” al presidente.

Pero estamos viviendo otra guerra. Una guerra sin cuarteles, sin territorios liberados, sin códigos éticos, sin jefaturas definidas. Todo ello, nuevamente, en medio de la más absoluta impunidad. Ha entrado a jugar el narcotráfico que tiene millonarios recursos capaz de corromper al que tiene una ética tambaleante.

En Guatemala fueron asesinados tres diputados salvadoreños y el colaborador de éstos, el 19 de febrero pasado. Los legisladores eran miembros del partido de gobierno, la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Fueron apresados en Ciudad Guatemala en un operativo policial, a plena luz; se les llevó a un lugar donde fueron torturados salvajemente y al final, sacados de la “cárcel clandestina”; conducidos a un lugar solitario, asesinados a balazos y sus cuerpos quemados con gasolina.

Los victimarios, un grupo de élites de la policía usó exactamente el “modus operandi” que usaron los “escuadrones de la muerte” que actuaron en el pasado; sólo que en esta ocasión no habían “motivaciones políticas”, sino que “buscaban un botín de cinco millones de dólares o su equivalente en drogas”, según dicen las investigaciones. Se habla también de un “crimen por encargo” o “por venganzas”.

En 1990, con la excepción de que sus cuerpos no fueron incinerados, lo mismo le ocurrió a los dirigentes socialdemócratas, el salvadoreño Héctor Oquelí Colindres y la guatemalteca Gilda Flores; fueron apresados por policías guatemaltecos a plana luz del día y en la ciudad de Guatemala; torturados y posteriormente encontrados sus cuerpos en una carretera que conduce a El Salvador. Este atroz crimen permanece en la impunidad 17 años después de ocurrido.

Los que “encargaron” el asesinato de Oquelí Colibres y de Gilda Flores fueron “escuadrones de la muerte” de El Salvador. Ahora, al parecer, los que “encargaron” la muerte de los diputados salvadoreños, fueron “mafias” impunes que operan a ambos lados de la frontera salvadoreña-guatemalteca. Éstas agrupaciones tienen tanto poder que ya mataron –dentro de las cárceles y en un operativo comando increíble- a cuatro de los ejecutores de los diputados. Hoy medio mundo anda con la vigilancia redoblada.

EPILOGO

Los centroamericanos que sufrimos la guerra no hemos podido asimilar plenamente la realidad que nos indica a todas luces que el hilo histórico, los vasos comunicantes, que unen la presente impunidad y violencia, está asociada en gran medida a la violencia impune del pasado. No se procesaron ni desmantelaron a los “escuadrones de la muerte” y éstos ahora se multiplican y actúan, uniéndose a una violencia social generada por pandillas criminales, redes extorsionistas, sicariato y homicidio intrafamiliar.

Lo ocurrido en Guatemala, pese a que el director de la policía salvadoreña diga que “no se quiere abrir la caja de Pandora”, creo que esa caja nos estalló a todos en pleno rostro. La derecha política y económica ha sido herida profundamente por la muerte de sus representantes, pero no ha podido acusar a su adversario tradicional del hecho. Son como dice el refrán: “Polvos de aquellos lodos”. La madeja se ha complejizado y habrá necesidad de mucha valentía y voluntad política. La pregunta es a gritos: ¿¡Es hora o no de actuar contra la impunidad y dar justicia pareja a todas las víctimas!?

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 1 de marzo de 2007