Tengo un amigo lisiado de guerra a quien le dicen de seudónimo "Trinchera". Actualmente reside en Canadá...
"Trinchera" fue un ex guerrillero que estuvo en San Vicente, durante una parte de la guerra civil. Ahí fue herido y durante mucho tiempo pasó entatusado porque no se podía mover. (Tatus: refugio en la tierra, en Viet Nam).
Una bala de alto calibre le había destrozado parte de una pierna, incluido el fémur.
"Trinchera" llegó a Cuba para ser tratado y fue difícil y largo su tratamiento. Hubo que operarlo en varias ocasiones. Mientras no estaba en el hospital ortopédico se la pasaba en un apartamento del barrio de Alamar, al este de la Ciudad de la Habana.
En Alamar viven decenas de miles de cubanos y los lisiados de guerra del FMLN convivían con ellos. Los sábados los vecinos de los lisiados los invitaban a fiestas o en la casita de los lisiados se armaba el "güiro", como dicen en Cuba a la fiesta.
"Trinchera" un día me acerca y me cuenta: Mirá compañero, vieras que el "Viejo" es bien yuca...
Y yo le pregunto: ¿Por qué decís eso? ("Viejo", era el responsable).
"Es que mirá: Las jóvenes cubanas que viven en nuestros edificios llegan a nuestro apartamento y nos invitan a bailar y a las fiestas", respondió "Trinchera".
Y agregó que no sólo era baile... "Algunas de las chicas hasta se han enamorado de nosotros y usted ya sabe..."
"Fíjese, nosotros todos cutos y todos hechos mierda como estamos, aun así las cipotas nos quieren... ¡Felicitarnos deberían! ¿No cree?", me dijo el lisiado, para entonces un cipotón.
"Trinchera" me contó cosas realmente increíbles de la vida de los lisiados en Cuba.
Había una pareja de ellos que salía a "joder"... Uno no tenía piernas y se movilizaba en una silla de ruedas; el otro estaba ciego, pero el resto lo tenía intacto.
Aquella pareja de compas armaban un solo individuo. El ciego empujaba al de silla de ruedas y el de silla de ruedas guiaba el camino.
Así llegaban donde sus novias los estaban esperando...
Siempre veo con indignación la eterna lucha de los lisiados de guerra por lograr atenciones sociales y exigencias de cumplimientos de promesas políticas. En otros países estos lisiados son considerados héroes y monumentos vivientes.
De nosotros, al parecer, sólo desprecio reciben.
Yo los felicito por el amor y el apego que le tienen a la vida. Y porque con todo ese amor ninguna lucha está perdida.