POR JUAN JOSÉ DALTON (EL PAIS)
SAN SALVADOR - El territorio salvadoreño se ha transformado. El azote del huracán Ida ha sido implacable. Las intensas lluvias en montañas y volcanes, en los últimos días, han dejado un reguero de ríos de rocas y piedras en las llanuras, además de un reguero de muertos, 157. La imagen de caseríos y pueblos sepultados se sucede a lo largo de Verapaz, Tepetitán y Guadalupe, en las faldas del volcán Chinchontepec, provincia de San Vicente, en el centro del país centroamericano.
"Esto es lo nunca visto. Ni los terremotos de 2001 causaron tan graves daños: por un lado rocas y piedras, por otro, inundaciones por el desborde de ríos y lagos. Aquí en San Vicente tenemos en los alrededores de la ciudad un conteo de hasta 500 desaparecidos. Los familiares y vecinos no los encuentran por ningún lado", explicó Medardo Hernández Lara, alcalde de San Vicente, donde el fenómeno inusual de las lluvias provocó graves tragedias.
David Rivas, Secretario de Comunicaciones de la Presidencia, señaló a EL PAÍS que "es muy cierta la gravedad y el impacto. De momento, tenemos confirmados, según datos oficiales, la muerte de 157 personas; la desaparición de 60 y los damnificados llegan a 13.000. Esto es aún preliminar. Algunos supuestos desaparecidos podrían estar en albergues, tenemos que confirmar".
El martes se inició la sepultura de los fallecidos. Triste panorama en los cementerios que todavía permanecen adornados por las celebraciones del día de los Santos Difuntos, el pasado 2 de noviembre. En el cementerio de San Vicente, en una fosa común y en bolsas negras de plástico, se enterraron 12 cadáveres que no fueron identificados en la zona metropolitana de San Salvador. El Instituto de Medicina Legal sepultó a otras siete personas no identificadas.
Las intensas lluvias entre el sábado y el domingo por todo el Caribe, a causa de Ida y de las bajas presiones en el océano Pacífico, dejaron al descubierto la enorme vulnerabilidad que existe en El Salvador, país de apenas 21.000 kilómetros cuadrados y con casi 6 millones de habitantes. La vulnerabilidad fue reconocida por el propio presidente Mauricio Funes, quien ha ordenado una intensa labor de reconstrucción y mitigación de riesgos, para lo que se destinarán 150 millones de dólares en créditos financiados por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Mundial (BM).
Precisamente el BM estima que el 90% de El Salvador está en situación de vulnerabilidad en diferentes grados. En las zonas altas hay deslaves, en las zonas bajas inundaciones y la costa es azotada por mareas. El territorio salvadoreño está situado también en zona sísmica, directamente afectado por una cadena volcánica, así como por las placas tectónicas Caribe y Coco, que al chocar provocan terremotos como los ocurridos en 2001, y que ocasionaron 1.114 muertos.
Un informe de la Mesa Permanente para la Gestión de Riesgos, organización de la sociedad civil de El Salvador, fechado en mayo pasado, señaló que: "En los últimos 20 años, El Salvador ha registrado 12 desastres de gran magnitud, que han significado más de 4.332 fallecidos, 2.760.659 damnificados y 3.953 millones de dólares en pérdidas. La población más impactada han sido las mujeres y las niñas, debido a las condiciones de vulnerabilidad".
Estas cifras no contemplan la tragedia del domingo 8 de noviembre tras el paso del huracán Ida. "Esperamos que no tiemble, que no se venga un terremoto, porque si no, este país se hunde. Dios nos debe socorrer, no hay de otra...", dice apretándose las manos y mirando al cielo Mélida Bautista, una señora que vive en un cantón en las inmediaciones de San Martín, donde las secuelas del huracán no han sido grandes, pero las carreteras están obstruidas y hay que caminar hasta 15 kilómetros para llegar a los puestos de socorro en busca de comida y agua.