sábado, 14 de noviembre de 2009

Cuando la lluvia se lo llevó todo

JUAN JOSé DALTON (Proceso, de México)
GUADALUPE, El Salvador
- Ciudad de Guadalupe, ubicada en la provincia de San Vicente y en las propias faldas del inactivo volcán Chinchontepec, es un lugar fresco y tranquilo. Un acertado plan turístico hubiera rescatado esta zona del olvido y la hubiera convertido en un polo de turismo de montaña, por su belleza natural que le circunda.

El volcán, de más de 2 mil 100 metros de altura sobre el nivel del mar, es también un lugar histórico: la guerrilla del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) tuvo ahí varios de sus principales campamentos y zonas "liberadas".

Desde el pasado domingo 8, Guadalupe, así como sus vecinas Verapaz y Tepetitán, todas en las faldas del Chinchontepec, se han convertido en centros de atención internacional y nacional, debido a que fueron seriamente dañadas por las intensas lluvias.

Para llegar a Guadalupe se toma una calle que inicia en el kilómetro 51, al sur de la Carretera Panamericana. Primero se llega al municipio de Verapaz y 12 kilómetros adentro está ciudad Guadalupe, que tiene 2 mil habitantes, en su mayoría dedicados a la agricultura y al comercio.

Las entradas a Verapaz y Guadalupe han tenido que ser reabiertas a puras palas mecánicas, que han removido enormes rocas, algunas hasta de cuatro o cinco metros de diámetro. Los cauces de los ríos, que antes apenas se observaban, hoy son cárcavas de varios metros de ancho por donde corrieron toneladas de lodo, rocas y árboles.

"Estábamos bien dormidos. Comenzó a caer una lluvia intensa, como jamás había llovido. Entonces la tierra comenzó a temblar cuando venía ese alud de piedras", narra a Apro Manuel de Jesús Maldonado, estudiante de Ingeniería en Sistemas y residente de Guadalupe.

Mucha gente creyó que se trataba de un largo terremoto. "No exagero, pero fue más de una hora de temblores o sismos. Era la fuerza con que bajaron esas piedras", dice Maldonado.

El terror se apoderó de la población. No podían salir de sus casas porque las lluvias eran intensas, y las calles y veredas se habían convertido en ríos caudalosos.

Era de noche (la noche del sábado y madrugada del domingo) y no había energía eléctrica. La población residente en la ciudad no fue afectada, pero sí los que residían en los alrededores de Guadalupe.

En el caso de Verapaz, la ciudad fue partida en varios lados por el alud de lodo y piedras que se desprendió de la montaña.

"Ahí donde se ven todas esas piedras (de decenas de metros de ancho) estaba la colonia Santa Rosa... ahora está prácticamente desaparecida. Ahí residían unas 40 familias, de las cuales por lo menos 11 no se encuentran por ningún lado", cuenta Manuel.

La apacibilidad de Ciudad Guadalupe se ha esfumado. La gente no puede creer la escena que aprecia en su entrada. Del inmenso río de piedras se desprende un fuerte hedor a putrefacción. "Seguramente ese olor es de animales y de personas que fueron arrastradas y podrían estar debajo de las piedras", asevera Maldonado.

Ciudad Guadalupe, por estar en una pequeña elevación, se salvó de ser arrasado por los deslaves. "Alrededor de la ciudad había pequeños cauces naturales. Por allí bajaron las piedras. Eso fue lo que nos salvó. Pero creo que hay mucha tierra floja aún, y con una lluvia o un temblor se viene otra vez el alud", señala Manuel, quien constantemente repite que nunca había visto algo igual, ni en terremotos ni en inundaciones.

Y añade: "Esto ocurrió de madrugada. La gente estaba dormida en sus casas. Allí había viviendas de las cuales ahora no hay ni cimientos. ¿Esa gente dónde está? Para mí y para la mayoría del pueblo, esa gente está muerta y sus cuerpos quizás nunca aparezcan, porque estas piedras deshicieron todo a su paso".

Hasta el momento, oficialmente se reconocen 165 muertos –la mayoría en el departamento o provincia de San Vicente–, más de 50 desaparecidos y alrededor de 13 mil damnificados.

Las cifras de desaparecidos que tienen en las localidades no coinciden con las oficiales del gobierno. Maldonado dice que en la colonia Santa Rosa desaparecieron 11 familias, es decir, más de 50 personas.

En tanto, el alcalde de la ciudad de San Vicente, Medardo Hernández Lara, afirma que en su localidad se cree que más de 500 personas están desaparecidas, pero sus nombres no están registrados.

David Rivas, secretario de Comunicaciones de la Presidencia de El Salvador, explica a Apro que "los números de víctimas se dan a través de declaraciones de familiares y con testigos. Esto es una catástrofe grave. Mucha gente que está como desaparecida es localizada muerta o está en albergues. Tenemos que esperar para dar una cifra real y definitiva".



Los ricos también lloran



Cinco días después de la tragedia, aún hay lugares a los que no se puede llegar fácilmente por carretera, como la zona de Costa del Sol, donde hay gran cantidad de ranchos veraniegos y privados de familias ricas, así como hoteles turísticos.

"La playa de Las Hojas y la bocana de la Costa del Sol están destruidas. Son desembocaduras de ríos que de las zonas montañosas arrastraron aguas abajo", dice Ana Francis Góngora, operadora de turismo y residente en dicha jurisdicción.

"Los desbordamientos de los ríos fueron intensos. La gente pobre de ahí ha sufrido, pero muchos ranchos de gente rica también fueron dañados. El complejo turístico internacional Las Hojas Resort está con severos daños", afirma.

Filmaciones en video dan fe de lo dicho por Góngora. Casas veraniegas que desde lo alto se apreciaban con sus piscinas azules, hoy están cubiertas por lodo.

Para entender un poco la magnitud de la tragedia, el ministro del Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN), Herman Rosa Chávez, dio una explicación televisiva acerca del fenómeno de las copiosas lluvias, y reconoció que se debe trabajar más en emitir alertas tempranas.

Rosa Chávez señaló que las estaciones que miden los niveles de precipitación de las lluvias son del tipo telemétricas y los reportes son enviados cada cuatro horas.

A las 21:00 horas del sábado 7, dijo, se tenían apenas cinco milímetros de agua. Pero la lluvia torrencial comenzó a caer aproximadamente a las 22:00 horas, por el orden de los 80 milímetros. Sin embargo, el siguiente reporte llegó hasta las 2 de la madrugada del domingo, cuando ya no había tiempo de hacer algo.

"Definitivamente tenemos que hacer mejoras sustanciales. Se ha debilitado la red de monitoreo, los equipos no funcionan como deben funcionar", admitió Rosa Chávez.

Anteriores terremotos, inundaciones, sequías y deslaves causaron desgracias, pero al parecer nadie se acordó de ello, pues esta vez las prevenciones quedaron en el olvido.

Y, mientras, el majestuoso volcán Chinchontepec se aprecia de lejos como un gigantesco animal herido, con grandes cicatrices que tardarán en sanar.