lunes, 29 de enero de 2007

Uno quisiera...

Uno quisiera levantarse una mañana y ver en la primera plana de un diario, por ejemplo, que ha terminado la guerra en Irak; que los palestinos y los israelíes se han puesto de acuerdo; que las grandes potencias al fin tomaron decisiones estratégicas para reducir el calentamiento global; que los porcentajes de pobreza en Latinoamérica han comenzado a decrecer aceleradamente; que la criminalidad en El Salvador ya no es factor de gravedad y que las migraciones son cada vez menores.

Uno quisiera eso, quizás, la mayoría de gente, pero hasta el momento sólo se trata de ilusiones pendejas o bromas macabras para un “Día de los Inocentes”.

Uno quisiera hasta conformarse con lo mínimo: salir a la calle sin que lo embarguen angustias y miedo; dejar a tus hijos en sus colegios sin pensar que pueden ser secuestrados, asesinados o maltratados.

Uno quisiera creer que todo puede cambiar para bien: que tu vecino te dará la mano o te brindará una sonrisa; que tu jefe será comprensivo y que tu empleado no será el que te meterá la puñalada en la espalda. Uno quisiera confiar nuevamente.

Uno quisiera tantas pocas cosas que juntas son imposibles. Es el déficit inmenso del bienestar, de la tolerancia y del bien tino de los gobernantes.

Me asombro cómo algunos personajes oficiales creer que leyendo biblias en las escuelas será la fórmula mágica que derrotará el mal. Vieron muchas películas de vampiros, de aquellas en que con señales de cruces y ajos a la vista eran suficientes para que los demonios cayeran hechos cenizas.

Estamos en una situación difícil a nivel mundial. La guerra en Irak no encuentra salida en su laberinto de múltiples errores y horrores. En el reciente discurso del presidente George W. Bush sobre el estado de la Unión, repartió ofensas a los iraquíes de manera parejo: acusó a suníes y chiítas como terroristas y “escuadrones de la muerte. Lo paradójico es que dijo enemigos a quienes ha impuesto por la fuerza.

Quizás la lógica conduce a Estados Unidos a reconocer que Sadam Husein hubiese sido su mejor aliado en un plan para “democratizar” el Medio Oriente. Pero ahora tal región es un hervidero de avispas muy embravecidas.

A nivel interno uno sigue encontrando más de lo mismo: el homicidio y la extorsión son los actos que hoy simbolizan a nuestro país, que como dijo Roque Dalton, tiene nombre de hospital o de remolcador. Actualizando la irreverencia y citando una de sus “bombas” o refranes del poemario “Las Historias Prohibidas de Pulgarcito”: “Aliviado está el enfermo, que ya se caga en la cama”.

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 29 de enero de 2007

martes, 23 de enero de 2007

La chapiollada

“Chapiollada” viene del término “chapiollo”, que en sus variadas acepciones sirve para expresar algo ridículo. En ciertos diccionarios, como Babilón de internet, aparece como un nicaragüismo que quiere decir: ganado rústico, de la raza local, que no ha sido cruzado con las razas importadas. Es una palabra peyorativa. En salvadoreño decirle a alguien “chapiollo” sería algo parecido o igual a decirle “bajado”, que también es una palabra peyorativa para calificar a un provinciano, recién llegado a la ciudad, según “La Lengua Salvadoreña” de Pedro Geoffroy Rivas.

A pues, el caso es que esta es la historia de una “chapiollada”. Antes de la Ofensiva Al Tope, hubo una reunión, quizás de las primeras que celebró la guerrilla del FMLN con el gobierno de Alfredo Cristiani. La reunión tuvo lugar en el Convento de las Hermanas Clarisas, en las afueras de San José, Costa Rica; si la memoria no me falla, en septiembre de 1989.

Por la delegación del FMLN había acudido, si mal no recuerdo, Schafik Handal, Joaquín Villalobos, Antonio Cardenal, Salvador Samayoa, Roberto Cañas, Ana Guadalupe Martínez, Mercedes Latona, entre otros. No recuerdo muy bien, pero creo que también estuvo Mario López. Por parte del gobierno, creo recordar a David Escobar Galindo, al general Mauricio “El Chato” Vargas y al coronel Dionisio Machuca. Tanto es así que había un chiste que decía: Vargas la tiene chata (la nariz) porque Dionisio se la machuca”.

Carlos Ramírez, Salvador Lemus y yo, fuimos a cubrir el evento trascendental e histórico, como periodistas. Teníamos que filmar en video, grabar y transmitir información para los medios que en aquel entonces tenían relación con la guerrilla. Además teníamos enlaces con radios locales de México, Nicaragua, Honduras y El Salvador, a los que servíamos con los pormenores del encuentro.

Bueno, el caso es que a la llegada al convento, las monjas tenían un recibimiento o cena especial para los delegados. Era de noche y el hambre apretaba, después de un largo y apresurado viaje desde la infernal Managua.

Entramos todos a un salón donde una inmensa mesa estaba cubierta con un mantel blanco. Los cubiertos estaban servidos y encima de ellos un mantel fino como servilleta. La mesa grande era para los delegados de la insurgencia; se acomodó otra para los periodistas y personal asistente.

De pronto una de las monjitas entró con una vasija grande y honda y la puso al centro de la mesa grande. Estaba tapada, si mal no recuerdo era de plata. Alguien de los delegados del FMLN, la mayoría curtidos en andar de arriba para abajo en el mundo de la diplomacia y del protocolo, abrió aquella vasija y dentro encontró trocitos de fruta seca. Algunos la probaron y les pareció delicioso. “¡Mmmm, que delicioso está esto!”, se escuchaba decir.

“¡Este pedacito está un poco amargo, pero está delicioso!”, decía otro de los grandes personajes de la delegación negociadora. Así la cuestión, se terminaron el contendido de la vasija.

De pronto, entran las monjas con otras bandejas para servir la cena y una llevaba una jarra que despedía un rico olor a bebida. “¡¡¿¿Y los trocitos que estaban aquí??!!”, preguntó la monja sorprendida. “Ya nos los comimos”, dijo una voz con algo de ahuevamiento. Ella movía la cabeza tratando de comprender y finalmente explicó: “Esos trocitos son los que le dan un sabor especial al ponche que les teníamos preparado”.

¡Qué cagada! ¿No? Fue una gran “chapiollada”... Pero al fin y al cabo, la paz y la guerra, fue eso mismo, llena de trampas y aciertos, de errores y victorias. Nunca hubo líneas rectas. Aquella reunión terminó evidentemente en un fracaso porque pronto vino la ofensiva de noviembre de 1989, la denominada “Al Tope”... donde realmente topó la guerra.

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 23 de enero de 2007

miércoles, 17 de enero de 2007

Lisiados, abandonados de la paz


(Roque y Roquito Dalton, in memoriam)

Bernardo Menjívar, ahora de 37 años de edad, no aparenta el sufrimiento que lleva dentro. Nunca pierde la calma ni la sonrisa. Maneja un vehículo mecánico y siempre lleva una laptop acuesta: es técnico en computación, trabaja a domicilio y en consultorías esporádicas. “Hago todo lo posible para sobrevivir y educar a mis hijos”, dice el que durante la guerra se le conoció como “Javiercito”.

Bernardo hace de todo. Su andar es pausado. Pese a las dificultades que atraviesa se considera “privilegiado” en comparación al resto de los más de 12 mil lisiados ex combatientes que dejó la pasada guerra civil salvadoreña y cuyo final se conmemoró este 16 de enero, en medio de un mar de contradicciones que subyacen en la sociedad injusta que se mantiene vigente.

Su entrada en la guerra en 1980 fue abrupta y cruenta: tenía apenas 11 cuando en una invasión militar en el pueblo de “El Jícaro”, en la montañosa provincia de Chalatanango, resultó masacrada la población, entre las asesinadas se encontraba su madre y una hermana, así como tíos y primos. “De niño hice se mensajero de la guerrilla. Al comienzo no teníamos radios y había que llevar mensajes de un frente a otro frente”.

“A los 16 años, siendo ya radista de la guerrilla, caí en un campo minado en la región de Cinquera. Quedé amputado de mis dos piernas. El dolor y la frustración eran tan intensos que le pedía a mis compañeros que me pegaran un tiro...”, contó el joven. Una de sus peores angustias vividas fue cuando en una incursión militar fue descubierto el refugio secreto –“tatus”- donde la guerrilla tenía en la zona de Arcatao (frontera norte con Honduras) a varios lisiados en recuperación.

“Creí que nos matarían como había ocurrido días antes con varios heridos de guerra en una zona cercana. Pero dieron la orden que nos trasladaran a una base militar y posteriormente fuimos entregados a la Cruz Roja Internacional (CICR) y en abril de 1986 viajamos a Cuba para recibir tratamiento médico y rehabilitación”, dijo Menjívar, quien en La Habana también estudió el nivel de primaria y secundaria.

“Soy privilegiado en comparación al resto de mis compañeros lisiados, tanto ex guerrilleros como ex soldados, que no estamos satisfechos con los beneficios que se nos otorgaron después de concluida la guerra civil. Los Acuerdos de Chapultepec dicen que debíamos ser atendidos integralmente, en nuestra salud, así como recursos y capacitación para podernos integran, pero no se ha cumplido. Muchos como yo, que tengo hijos y una familia que sostener, hemos decidido emigrar para poder tener una vida digna”, finalizó el discapacitado.
Autor: Juan José Dalton
Fecha: 16 de enero de 2007

martes, 9 de enero de 2007

Quince años de paz

Ateniéndonos a las ridículas costumbres nacionales, la paz en El Salvador celebrará el 16 de enero su “Fiesta Rosa”, es decir, sus primeros 15 años. Los protagonistas de la gesta, el gobierno y el ahora partido político FMLN, no hallan ni qué hacer para volver a salir en la foto dándose el abrazo. Es desde mi punto de vista, un verdadero montaje de burla a la sociedad.

En las “Fiestas Rosa”, la niña vestida con un inmenso traje rosado es presentada en público para que sea adquirida por el mejor postor. En el trasfondo está la mentalidad machista demostrando la virginidad intocable de la doncella para que alguien se lleve el premio, no importa que el padrastro o el tío ya se lo haya adueñado... Lo importante, en toda caso, es dar la imagen de pulcritud. ¡La hipocresía y la doble moral a todas sus anchas!

No hay diferencia en el caso de la paz salvadoreña. Políticos adversarios, pero al final políticos, quieren a todas luces dar la imagen de que en El Salvador hay una paz “doncella”, que estrena tacones, aunque “sus calzoncitos están llenos de hoyos”.

Como decía un mi amigo, estamos “mas-turbados que nunca”, tenemos la mentalidad “mas-turbada”.

¿De qué paz estamos hablando? Sólo el año pasado hubo más de tres mil 900 asesinados violentamente, la mayoría de un 85 por ciento con armas de fuego; se denuncian 30 extorsiones diarias; los barrios marginales siguen creciendo, la gente sigue sin conseguir trabajo y 700 personas se ven obligadas diariamente a huir de sus tierras para ir a conseguir un trabajo infame en Estados Unidos. El único país del planeta que tiene el nombre de Dios es ahora el más peligroso de Latinoamérica y uno de los tres más violentos del mundo

Si al principio la migración fue algo natural, el cínico sistema vigente edificó un modelo asombroso para que el país se convirtiera en el gran receptor de remesas, de ahí que mientras no haya paz social más ricos serán los banqueros y grandes comerciantes salvadoreños; de ahí la dolarización, la privatizaciones de la banca y tratados de libre comercio.

Los diputados bocones del FMLN rezan los conceptos anteriores desde sus púlpitos en el Parlamento, pero en los actos protocolares de la paz van a abrazarse con los gobernantes y los hacedores del modelo violento que padecemos.

No hay paz cuando oficialmente se edifica un monumento al asesino de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. No hay paz cuando los masacradores de los sacerdotes jesuitas y del poeta Roque Dalton, se pasean con toda impunidad como grandes señores a los que se les rinde pleitesía.

Ciertamente se acabó la guerra entre facciones política, pero hay otra guerra quizás peor: la que no atina ni tiene blanco fijo. No creo que tengamos algo que celebrar... O perdón: Sí, celebremos el adormecimiento popular, la anomia en que hemos caído. Por ello, levanto mi copa vacía... ¡Salud!

Autor Juan José Dalton
Fecha: 9 de enero de 2007

martes, 2 de enero de 2007

Balance y perspectiva

Inicia un nuevo año. Por lo general, caemos en la trampa de confundir nuestros deseos con la realidad. Nos felicitamos y nos auguramos éxitos. Sin embargo, habría que hacer una reflexión mucho más realista del año que se nos fue y la perspectiva del que comienza; reconocer nuestras derrotas, potenciar voluntades y buscar soluciones a nuestros males. Para comenzar: no estamos solos.

El 2006 terminó con un hecho patético, que dejó sinsabores y pocos espacios para la esperanza de construir una sociedad humana mejorada; me refiero al ahorcamiento de Sadam Husein y su “puesta en escena global”. Todo este acontecimiento recargado de sadismo no refleja otra cosa más que la sed de venganza no tiene límites para la inmoralidad. Los enemigos de Sadam festejaron y bailaron; sus partidarios iniciaron el “cobro” con 70 muertos.

El presidente de Estados Unidos dice que el ajusticiamiento de Sadam es un paso más hacia la democracia de Irak. Mal inicia una democracia que tiene como fondo una invasión militar justificada con falsedades; sobre un cementerio de centenares de miles de víctimas inocentes y sobre las venganzas contra los derrotados. La perspectiva en Irak es siniestra.

En nuestro terruño la violencia delincuencial continua galopando imparable. El gobierno celebró por una leve alza del crecimiento de la economía, pero el número de asesinados y de afectados por los actos violentos también crecieron. Lo positivo va aparejado del dolor humano. Hubo celebraciones oficiales por el crecimiento de las remesas, mientras, en el otro extremo la familia se divide y sufre “lo que no está escrito” por la imposición de tener que emigrar en busca de trabajo.

Pienso ahora que aquella idea del poeta guatemalteco Otto René Castillo: “Hermosa encuentra la vida, quien hermosa la construye”. Es la utopía que choca contra la realidad. Puede encerrar esa frase la máxima de nuestras acciones. Lanzo mi propuesta al aire como un grito desesperado para no sucumbir.

Reconocer que estamos mal no es ser pesimista como muchos creen; mentir y esconder la verdad es un cinismo condenable. La incertidumbre no debe implicar desesperanza. Enarbolar la utopía de un mundo convivible es la meta.

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 1 de Enero de 2007