viernes, 1 de abril de 2011

Si Carter usa blúmer...

Por Juan José Dalton

Testimonio sobre el éxodo de "El Mariel" en Cuba y el ingreso a la guerra salvadoreña

SAN SALVADOR – Abril de 1980, Cuba era un hervidero… La revolución sandinista recién había triunfado; El Salvador y Guatemala, se suponía, le iban a seguir.

Cuba era un mar revuelto de “masas” y había un enfrentamiento agudo entre su propia gente, dividida por ideologías radicalmente enfrentadas: la del Imperio y la de la Revolución… Divididos los cubanos, pero todos aman los versos de Martí, las tumbadoras, las cadencias de las caderas al caminar y bailar, la sensualidad de mujeres y hombres, el ron de caña, el dulce de guayaba, la carne de puerco, el congrí y las pasiones desenfrenadas a la hora de defender o entregar lo suyo.

Aquel fue el año y el mes de “El Mariel” y de mis últimos días de Universidad de la Habana.

Ya estaba todo decidido: Roque, mi hermano mayor, Roquito, que estudiaba Historia, y yo –Periodismo-, nos íbamos al frente de guerra en El Salvador.

Pero la “batalla ideológica” de “El Mariel” no me la perdí. Miles de cubanos -hombres, mujeres y niños, ancianos, negros, blancos, jabaos, indios, pobres o ricos, presos comunes liberados y funcionarios que desertaron, todos los posibles- se metieron en la embajada de Perú con el fin de pedir asilo para “escapar” de la Revolución.

En El Salvador se conocieron antes de la guerra civil tomas de embajadas, pero nunca nada igual como la toma de la embajada de Perú en La Habana en abril de 1980, cuando en Washington gobernaba Jimmy Carter.

En Miramar, y en repudio a los “asilados” se hicieron caravanas interminables: los “indeseables”, la “escoria” -como se les bautizó oficialmente-, representaban al Imperio. La “marcha del pueblo combatiente”, representaban a la Revolución.

Recuerdo que un muchacho, líder de la asociación de estudiantes de la Universidad de la Habana, se destacó en las arengas y en discursos fervorosos y encendidos contra la “escoria” y el “imperialismo”: Robertico Robaina… ¡Fue el héroe!

Se paraba en cualquier alto para gritar a viva voz la defensa de la Revolución y de Fidel. Claro lo tengo grabado en mi mente en su arenga que repetía: ¡¡Si Carter usa blúmer, Fidel los pantalones!! ¡¡Tenemo un presidente de le roncan los… pin, pon, fuera, abajo la gusanera!!

La masa enardecida le seguía la corriente en su subida adrenalina machista… La valentía era de quién tenía los cojones más hinchados…

Muchos de los que tenían carnet del partido lo rompieron y se subieron a las lanchas que llegaron al puerto de El Mariel para llevárselos a Miami. Otros que eran considerados “desafectos y sospechosos” recibían mítines de repudio en sus casas para obligarlos a irse: ¡¡Qué se vayan, que se vayan!!, pero nunca se fueron: “No quiero irme de mi país”, decían.

Las sorpresas entre los vecinos eran frecuentes: ¿Y fulano de tal, por qué no vino a la reunión? ¡Fulano de tal se fue por El Mariel!... Hasta los presos fueron sacados de las cárceles para subirlos a las lanchas con pasaje gratis directo a Miami.

Cuba, su pueblo, quedó entonces más dividido que nunca. Familias se redujeron en todas partes. Los jóvenes se fueron a probar suerte en el capitalismo.

Mi hermano Roque y yo nos fuimos a la guerra. Roque murió en combate en la ofensiva de octubre de 1981, no sabemos cómo. Su cadáver nunca apareció, pero su sueño de una patria más justa sigue en vuelo permanente y exigente. Yo sobreviví a la guerra, a las heridas y a la cárcel de la dictadura salvadoreña y a las frustraciones de la victoria a medias.

Muchos años pasaron desde aquel abril de El Mariel y el abril en que me despedí de mis amigos y amigas de la universidad habanera.

Hoy a través del Facebook he reencontrado a muchos de mis queridos hermanos de niñez y de infancia; a mis compañeros de Universidad; también amigos del barrio, de la primaria, segundaria y del pre... En cada encuentro revivo mi vida... A ellos les pasa lo mismo. ¿Tú eres diminuto Dalton? ¡¡No me jodas, te creía muerto!!¡¡Mi hermano…!! Las risas se confunden con las lágrimas de “la vida ida”, como decía el poema del Caballero de París.

Cuba atraviesa mi corazón y mi mente por todas partes… Paradojas que se dan en todas partes: aquella “escoria” que se fue por “El Mariel”, es ahora la que manda remesas y mantiene en gran parte la economía de Cuba. Lo mismo pasa en El Salvador: la pobrería se fue al Norte y por su aporte monetario constante y creciente, hasta cambiamos el billete de Colón por el Dollar.

Carter resulta ahora que no “usa blúmer” y Robertico Robaina, después de haber sido el gran canciller revolucionario, fue destronado por no sé qué desmanes que se le descubrieron.

Carter después de 31 años de aquellos tiempos llega al bastón “inexpugnable” del socialismo para pedirle a Washington abolir el embargo que nunca sirvió para un carajo; mientras que Fidel ya entregó el mando y Raúl ordena repellar los baches de la historia para ver si algún día llega la paz.

Una buena parte de mis hermanos y hermanas con los que marché en aquel caudal que repudiaba a sus propios hermanos en la embajada del Perú, hoy está en Miami, en Venezuela, en Europa, en México… Otros siguen sin querer irse de su Cubita linda.

Muchos de los combatientes con quienes comenzamos la guerra civil en El Salvador hoy resultan estar, más que muertos, olvidados.

Cuba, mi Cuba, está por todos lados… Desperdigada y herida, con frío y con calor y con la esperanza que nunca muere. Pepito, mi amiguito de infancia y juventud, ex combatiente de la guerra de Etiopía, murió alcoholizado, pobre y abandonado en el portal de un edificio inteligente de la Florida.

A nuestra generación la Revolución y el Imperio nos dieron de todo para vivir en un estado permanente de contradicción, pero no nos prepararon para conocer la paz. Tantas mentiras fueron verdades y tantas verdades hay que nunca creímos. ¿Cuánta risa hoy se nos hace tristeza? Pero... aquí estamos: somos sobrevivientes de un futuro incierto.

Visite siempre: www.contrapunto.com.sv