lunes, 27 de noviembre de 2006

Contrapunto


Suceden cosa raras en nuestros países. Hay fenómenos de contrapunto que indican la existencia de avances y retrocesos; acción y parálisis. Antes de la guerra civil salvadoreña y durante la etapa de florecimiento de las guerrillas escuchábamos decir que las armas debían dejarse a un lado y que el voto era lo esencial. Las dictaduras y los escuadrones de la muerte, por parte de la derecha eran los abanderados defensores de las democracias.

En El Salvador, a las faldas del volcán San Salvador, el presidente Antonio Saca inauguró recién un monumento a la memoria de Roberto D´Aubuisson, que como todo el mundo sabe fue quien ordenó matar a un hombre que hoy el Vaticano procesa para convertirlo en Santo. Hasta en aquel monumento hay una frase de D´Aubuisson sobre el valor del voto, pese a que la guerra sucia fue su verdadero signo.

Resulta que después de abandonadas las armas y controladas las calenturas guerrilleristas en Latinoamérica, las izquierdas han llegado al poder como parte de su participación electoral y su inserción al sistema. En algunos procesos más, en otros menos, las izquierdas están teniendo éxito, además de aprender a manejar el aparato estatal, entender el mundo globalizado y negociar con los organismos multinacionales. Claro que la democracia no es la revolución soñada. Los procesos se tornan complejos, en buena medida se debe a la existencia de engranajes burocráticos antiquísimos y corruptos. Algunas izquierdas han caído en esas trampas en lugar de erradicarlas.

Bueno, así las cosas, lo que estamos apreciando son nuevos contrapuntos, además de verificar la máxima de que “la tortilla se vuelva”. Las izquierdas -gracias a su inserción electoral que la derecha reclamaba- están en el poder y cosechando éxitos: Chile, Argentina, Brasil, Venezuela, Uruguay, Panamá, Nicaragua; en varias islas del Caribe. Prueba del éxito es que según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la pobreza en los últimos cuatro años ha sido reducida en más del 6 por ciento en el continente. ¿Es suficiente? Claro que no, pero la tendencia es al incremento, algo que nunca se verificó durante las dictaduras ni en la oleada neoliberal de los últimos años.

Por otra parte, las derechas están en la oposición, algunas con nostalgia del poder perdido, en descomposición, fraccionadas y en actitud defensiva. En los países centroamericanos las derechas no han abandonado el poder, pero su tentación, como en el caso de El Salvador, es hacia un cada vez mayor autoritarismo paranoico.

Los intelectuales derechistas decían que las izquierdas fueron paranoicas en las anteriores décadas, es decir, aquí “la tortilla también se volteó”. La paranoia derechista se ha hecho manifiesto especialmente en la política criminal del manodurismo, con la que se pretendió enfrentar el fenómeno de la violencia delincuencial, pero igualmente se subieron al avión antiterrorista del Washington “neocons”. La derecha local después de Septiembre 11-2001 identificó a la izquierda con el terrorismo islámico; ahora la identifica con las “maras”. Ello conllevó a rotundos fracasos porque ambos fenómenos tienen más raíces y consecuencias de acciones derechistas. Osama Bin Laden es creación de la CIA y las “maras” una consecuencia de la exclusión social y la expulsión de la población pobre hacia Estados Unidos provocada por la voracidad de las élites económicas que han dictado programas a los gobiernos derechistas con el fin de captar las remesas familiares.

Otro contrapunto..., el último por el momento. Mientras en Uruguay se captura a un dictador despiadado y genocida para llevarlo a la justicia, en El Salvador, una de las líderes y diputadas del oficialismo, en un ataque de paranoia, rompía en la plenaria legislativa un proyecto de ley para declarar el 30 de agosto el Día Nacional de la Víctima de la Desaparición Forzosa. Uruguay se transforma y prospera; El Salvador odia y discrimina.

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 20 de noviembre de 2006