lunes, 11 de diciembre de 2006

De Pinochet a El Mozote


La muerte de Augusto Pinochet, que era como una cosa “anunciada”, parece haber creado un “semidespetronke” en el mundo. Al menos en América Latina. La derecha llora, la izquierda celebra, algunos incluso con champaña, como ha ocurrido en Santiago de Chile en algunas de sus plazas centrales.

Los grupos de derechos humanos lamentan que Pinochet, autor de un genocidio que sólo tuvo el precedente del nazismo durante la ocupación de Europa, no haya sido condenado por la justicia ni haya pedido perdón ni haya reparado a los familiares de las víctimas.

La derecha llora por su “semi-Dios” en Chile; hasta llega a decir que hay que agradecerle haber encaminado al país a la modernidad. Triste historia inventada: la prosperidad pese a la dictadura. La derecha acusa a la izquierda de revanchista y vengativa por el hecho de buscar justicia, pero la justicia es parte esencial de la democracia.

Hace unos años, en 2000, cuando fui columnista de un periódico conservador salvadoreño critiqué un editorial de ese mismo medio, en el que se afirmaba que los juicios civiles que se abrían contra dos generales salvadoreños en Florida, por graves violaciones a los derechos humanos, “hacían más daño que bien” a Estados Unidos y a El Salvador. El concepto esgrimido: “no se deben reabrir heridas”. ¡¿Pero cuándo esas heridas se han cerrado en El Salvador?! Mi alegato y por el cual fui cesado como columnista era: ¿Si acudir a la justicia hace más daño que bien, qué le queda a las víctimas?... Soportar la impunidad o la venganza desenfrenada.

Coincidiendo con la muerte de Pinochet, en El Salvador se conmemoran los 25 años de la atroz matanza en el caserío campesino de El Mozote, donde los soldados del Batallón Atlacatl exterminaron a unas mil personas, más de la mitad de ellos menores de edad. No fueron inventos de la guerrilla ni murieron en fuego cruzado. Los diarios norteamericanos The Washington Post y The New York Times recorrieron el lugar y avisaron al mundo de semejante espanto ocurrido en diciembre de 1981.

Sólo un ejemplo: Más de 200 niños que promediaban 6 años de edad fueron encerrados en un local detrás de la parroquia del pueblo. Los niños daban alaridos al haber sido desprendidos de sus madres, pero los soldados los callaron a balazos. Después de muertos los niños y los pobladores incendiaron todo lo que quedaba en pie, incluso la iglesia. El teniente coronel Domingo Monterrosa (fallecido en la guerra), fue el ejecutor de esa operación de “tierra arrasada”. Pero Monterrosa es actualmente considerado “héroe nacional” para el gobierno y para los mandos del ejército, mientras que a los parientes de los masacrados se les obliga a soportar la impunidad. ¡¿Quién abre las heridas?!

De Pinochet a El Mozote no hay muchas diferencias, como tampoco las hay con el desaparecimiento de la hija del poeta Juanito Gelman, en Uruguay; ni con la masacre contra los jesuitas en El Salvador; ni por supuesto, con el asesinato de nuestro poeta Roque Dalton, traicionado por quienes se hicieron pasar como sus “hermanos de lucha”, entre ellos el ex jefe guerrillero Joaquín Villalobos, conocido como “el villano de Oxford”, por haber trasladado su residencia a esa ciudad inglesa.
Autor: Juan José Dalton
Fecha: 11 de diciembre de 2006