martes, 20 de noviembre de 2007

De guerrillero a pandillero en Centroamérica

SAN SALVADOR - Hace menos de 20 años en Centroamérica, el icono que simbolizaba a la juventud más reaccionaria era el del joven guerrillero con el rostro cubierto por una pañoleta y una granada casera en la mano defendiendo una barricada. Hoy, el símbolo es el del pandillero mara, tatuado en todo su cuerpo, que invade cada vez más territorios en un conflicto jamás imaginado a causa de la marginación y la pobreza en toda la región. Este fenómeno social ha provocado que los jóvenes centroamericanos estén en el punto de mira de la represión y la muerte.

Este fin de semana finalizó un encuentro en San Salvador de la denominada Coalición Centroamericana para la Prevención de la Violencia Juvenil (CCPVJ), que agrupa, entre otras organizaciones académicas y sociales de la región, a Grupo Ceiba, de Guatemala; Casa Alianza, de Honduras; Centro de Prevención de la Violencia, de Nicaragua y el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana (IDHUCA), de El Salvador.

De las conclusiones del encuentro se extrae que el triángulo norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador) es una de las regiones más violentas del mundo. Los programas antipandillas de los Gobiernos han sido ineficaces y contraproducentes; los jóvenes son un sector víctima de la represión, el control, la marginación y los asesinatos por medio de ejecuciones extrajudiciales.

Claudia Hernández, del IDHUCA, explicó a EL PAÍS que “las autoridades afirman que la ola de violencia es atribuible a las acciones de las maras pero no lo argumentan con cifras. Sin embargo, según los mismos datos oficiales, la violencia juvenil provoca entre el 11% y el 13% de los homicidios en El Salvador. Menos del 32% de la población carcelaria son jóvenes de entre 18 y 23 años en los países del triángulo norte”.

Por otra parte, Geoff Thale, director de proyectos de la Oficina de Washington para Asuntos de Latinoamérica (WOLA, en sus siglas en inglés), presente en los encuentros de la concertación centroamericana, aseguró que “las consecuencias palpables de las acciones gubernamentales contra las pandillas son las transformaciones de las pandillas-maras en bandas más organizadas y sofisticadas, profesionales y más violentas. Ahora tienen mandos unificados y actúan en secreto”.

Ubaldo Herrera, de Casa Alianza, de Honduras, denunció la impunidad que subsiste ante la matanza contra los niños y jóvenes (menores de 23 años). “Un total de 3.489 niños, adolescentes y jóvenes han sido ejecutados extrajudicialmente en Honduras entre 1998 y 2006. Pero la matanza continua con toda impunidad ante la incapacidad del Estado de investigar y castigar a los culpables, muchos de ellos con nexos en la institucionalidad”, aseguró Herrera.

Instituciones humanitarias de Guatemala y El Salvador, como la Procuraduría de Derechos Humanos y Tutela Legal del Arzobispado, respectivamente, revelan que existen altos niveles de ejecuciones extrajudiciales de jóvenes, cuyos cuerpos aparecen frecuentemente amordazados, torturados y con un disparo en la cabeza o en la nuca. En Guatemala, el 16% de los homicidios contra menores de 25 años fueron ejecuciones extrajudiciales.

La académica Mónica Zalaquett, del Centro de Prevención de la Violencia, de Nicaragua, aseguró que “la experiencia de su país era diferente” debido a la activa participación conjunta entre la sociedad civil y la policía en los planes de prevención de la violencia. Hemos trabajado en los lugares de alto riesgo desde hace muchos años de la mano de la policía y la comunidad. Muchas veces en contra de la voluntad de los propios Gobiernos. Y esas son las consecuencias: Nicaragua, pese a la pobreza que padece (que afecta a más del 70% de los habitantes), no es una nación violenta. Al contrario, es una de las menos violentas y peligrosas de Latinoamérica”. Nota publicada en EL PAÍS, de España ( www.elpais.com ).

Autor: Juan José Dalton
Fecha: 19 de noviembre de 2007