SAN SALVADOR - Andrés García decidió el domingo 10 de febrero cavar en el patio de su casa, en la colonia Cerrito Lindo, de San Pedro Sula, al norte de Honduras, un hoyo para colocar una letrina. La sorpresa de este padre de familia fue mayúscula cuando, a cinco metros de profundidad, descubrió unas fragmentadas vasijas de barro. Según iba excavando iban apareciendo cosas, entre ellas, el esqueleto entero de una persona, que se supone son los restos mortales de un prominente miembro de una tribu de origen maya.
El hallazgo de García despertó la curiosidad de sus vecinos y el posterior interés de las autoridades, que enviaron al lugar a varios especialistas y forenses del Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH).
Tras las primeras observaciones, Aldo Zelaya, director regional del IHAH, aseguró que se realizarían las investigaciones pertinentes, pero que podría adelantar que el hallazgo es “un sepulcro ceremonial, supuestamente de una tribu protolenca [una mezcla de maya, lenca y paya], que tuvo influencia en la zona hace 4.000 años”.
Zelaya apuntó que el hallazgo tiene un inmenso “valor histórico, no monetario”. “Es algo extraordinario, pues de resultar positivas las pruebas, será la primera osamenta que se halla en este lugar donde tuvieron influencia los lencas [antepasados de los territorios donde ahora se ubican partes de Honduras y El Salvador]“, afirmó el funcionario.
Ramón Rivas, uno de los principales historiadores y antropólogos salvadoreños, asegura que Centroamérica es una especie de “mina de historia y arqueología”. “Nuestra región siempre ha sido un puente muy transitado de civilizaciones. Los vestigios aparecen a cada rato. Los descubre fortuitamente la mano del hombre o fenómenos naturales, como deslaves, la erosión o fracturas de terrenos”, apuntó Rivas.
Las ruinas de Joyas de Cerén, la Pompeya de América
Las llamadas ruinas de Joyas de Cerén, en el centro de El Salvador, fueron descubiertas cuando en la década de los setenta se hacían unas construcciones para la colocación de silos dedicados al almacenamiento de granos básicos. En una excavación se descubrió algo inaudito: una comunidad maya —una colonia residencial, en el idioma actual—, que estaba cubierta por ceniza arrojada por el volcán Caldera y databa de hace 600 años (dc). Es un lugar único en Mesoamérica (México y Centroamérica).
A Joyas de Cerén se le ha bautizado como la Pompeya de América. Se cree que hay más restos de aquellas poblaciones en más de 14 manzanas (9,7 hectáreas) de terreno, pero hasta el momento los recursos estatales y privados sólo han alcanzado para poner a la vista pública un 8% del “tesoro escondido”, dicen los especialistas.
Fabricio Valdivieso, jefe del Departamento de Arqueología de Concultura (Consejo de Cultura de El Salvador) es escéptico sobre el decubrimiento en la casa de Andrés García, en San Pedro Sula. Estima que “el hallazgo ocurrido en Honduras no puede ser de 4.000 años atrás. En tal época no había enterramientos ni se laboraba el barro. Pero no se puede decir que el descubrimiento no sea importante”.
En realidad, “toda la zona mesoamericana es importante. Creo que en cada kilómetro cuadrado pudieran hallarse vestigios de nuestros antepasados. Baste recordar que los mayas eran una civilización estructurada socialmente; no eran nómadas, sino que estaban asentados, construyeron edificaciones, ciudades enteras, centros comerciales y ceremoniales como Tikal (Guatemala) o Copán [Honduras]. La cultura y la siembra del maíz fue determinante en el desarrollo de los mayas”, apunta Valdivieso.
Sólo en El Salvador, un país de 21.000 kilómetros cuadrados, se han determinado 671 sitios arqueológicos, de los cuales se han logrado conformar ocho parques. “La cifra de sitios arqueológicos pudiera aumentar, pero tenemos problemas de falta de recursos para las investigaciones”, lamenta el funcionario salvadoreño. La misma situación ocurre en el resto de Centroamérica. (Publicado en El País, de España: www.elpais.com ).
Autor: Juan José Dalton
Fecha: 18 de febrero de 2008