martes, 9 de enero de 2007

Quince años de paz

Ateniéndonos a las ridículas costumbres nacionales, la paz en El Salvador celebrará el 16 de enero su “Fiesta Rosa”, es decir, sus primeros 15 años. Los protagonistas de la gesta, el gobierno y el ahora partido político FMLN, no hallan ni qué hacer para volver a salir en la foto dándose el abrazo. Es desde mi punto de vista, un verdadero montaje de burla a la sociedad.

En las “Fiestas Rosa”, la niña vestida con un inmenso traje rosado es presentada en público para que sea adquirida por el mejor postor. En el trasfondo está la mentalidad machista demostrando la virginidad intocable de la doncella para que alguien se lleve el premio, no importa que el padrastro o el tío ya se lo haya adueñado... Lo importante, en toda caso, es dar la imagen de pulcritud. ¡La hipocresía y la doble moral a todas sus anchas!

No hay diferencia en el caso de la paz salvadoreña. Políticos adversarios, pero al final políticos, quieren a todas luces dar la imagen de que en El Salvador hay una paz “doncella”, que estrena tacones, aunque “sus calzoncitos están llenos de hoyos”.

Como decía un mi amigo, estamos “mas-turbados que nunca”, tenemos la mentalidad “mas-turbada”.

¿De qué paz estamos hablando? Sólo el año pasado hubo más de tres mil 900 asesinados violentamente, la mayoría de un 85 por ciento con armas de fuego; se denuncian 30 extorsiones diarias; los barrios marginales siguen creciendo, la gente sigue sin conseguir trabajo y 700 personas se ven obligadas diariamente a huir de sus tierras para ir a conseguir un trabajo infame en Estados Unidos. El único país del planeta que tiene el nombre de Dios es ahora el más peligroso de Latinoamérica y uno de los tres más violentos del mundo

Si al principio la migración fue algo natural, el cínico sistema vigente edificó un modelo asombroso para que el país se convirtiera en el gran receptor de remesas, de ahí que mientras no haya paz social más ricos serán los banqueros y grandes comerciantes salvadoreños; de ahí la dolarización, la privatizaciones de la banca y tratados de libre comercio.

Los diputados bocones del FMLN rezan los conceptos anteriores desde sus púlpitos en el Parlamento, pero en los actos protocolares de la paz van a abrazarse con los gobernantes y los hacedores del modelo violento que padecemos.

No hay paz cuando oficialmente se edifica un monumento al asesino de Monseñor Oscar Arnulfo Romero. No hay paz cuando los masacradores de los sacerdotes jesuitas y del poeta Roque Dalton, se pasean con toda impunidad como grandes señores a los que se les rinde pleitesía.

Ciertamente se acabó la guerra entre facciones política, pero hay otra guerra quizás peor: la que no atina ni tiene blanco fijo. No creo que tengamos algo que celebrar... O perdón: Sí, celebremos el adormecimiento popular, la anomia en que hemos caído. Por ello, levanto mi copa vacía... ¡Salud!

Autor Juan José Dalton
Fecha: 9 de enero de 2007