viernes, 28 de marzo de 2014

Hugo Martínez y Hato Hasbún, los primeros nombrados

Hugo Martínez, el nuevo canciller
San Salvador (28-03-2014)
Por Juan José Dalton
Hugo Martínez regresa al ruedo de dirigir la política exterior en El Salvador. Lo hizo en el gobierno de Mauricio Funes por cuatro años (2009-2013). Luego abandonó el cargo para convertirse en Secretario General del Sistema de Integración Centroamericana (SICA).
   Su salida del gobierno de Funes no dejó de llevar consigo especulaciones de desavenencias entre el canciller y el presidente. Su regreso al puesto como futuro jefe de la diplomacia local y su aceptación inmediata, dan una medida de su compaginación con el futuro gobernante, así como en la posibilidad de convertirse en un delfín para optar a la presidencia en 2019. Martínez tiene otra cosa a favor en su historial: él y Sánchez Cerén fueron de la misma organización político militar durante la guerra civil: las Fuerzas Populares de Liberación (FPL); misma a la que pertenecieron el vice presidente electo Oscar Ortiz y el otro nombrado por Sánchez Cerén: Hato Hasbún.
   Los dos primeros nombramiento de Sánchez Cerén son muy interesantes e importantes y da la medida de la ruta que el nuevo presidente tomará y cuáles serán realmente sus prioridades.
El presidente Funes y su mentor político Hato Hasbún
   Hasbún fue el principal operador político de Funes. En cierta medida se tiene el concepto que ha sido el poder tras el trono del actual gobierno.
   Este hombre, dicharachero empedernido, fue elegido por el presidente electo para que se convierta en el Secretario para el Diálogo Político, Social y Económico. Es decir, seguirá siendo en encargado del diálogo y la negociación política, actuando en ocasiones como en una especie de bombero frente a los conflictos inter y extragubernamentales.
   Hasbún y Martínez revelan las intenciones del presidente electo de darle prioridad al diálogo político y a la atención de las relaciones internacionales; ha comenzado por Centroamérica, pero sin duda Sánchez Cerén mantendría el equilibro entre el Norte, especialmente con Washington, y el Sur -Caracas y La Habana-, en una especie de aceptación de cierto determinismo geopolítico que dicta la realidad y el horizonte de largo plazo y a paso lento, para la realización del sueño o la utopía izquierdista.

Nota: Lea Diario Digital ContraPunto